domingo, 20 de septiembre de 2009

El arte de la esvástica en la frente made in QT


Conclusiones varias después de ver a los bastardos de Quentin:

-Es claramente la película más violenta de QT. De hecho, es la primera película VERDADERAMENTE violenta que ha hecho. No, no se me ha ido la pinza. La asociación fácil es la de emparentar a este hombre con la violencia más exacerbada cuando, en realidad, el cine de Scorsese (por poner un ejemplo) o el de Alan Parker resulta mucho más salvaje en ese sentido. Porque Kill Bill es una sangría, pero esas cabezas cercenadas con sangre saliendo a modo de aspersor de césped tienen un aspecto más lúdico y cachondo que otra cosa. Death Proof sólo tiene un momento realmente violento y de resto es la pieza más mansa de su filmo. Reservoir y Pulp no son películas para poner al yayo y a los primos pero la violencia ocurre o fuera de campo o no es explícita. El cine de Tarantino es sangriento y excesivo, pero no realmente violento como sí lo puede ser el final de Casino o de Grupo Salvaje. En IB sí hay generosos primeros planos mostrando actos de violencia visceral de manera pretendidamente abierta. Esa es la diferencia entre la Novia cortando extremidades con una sangre de pega y pretendidamente chusquera o el señor Rubio cortando una oreja (acto que ocurre fuera de campo) y una secuencia que extrae toda la fisicidad y brutalidad de la violencia como la presentación del Oso Judío o el último momento de la película. También hay espacio para el paroxismo grotesco, pero, en general, Tarantino nunca había mostrado carnaza de manera tan seca y directa.


-A pesar de yo me corra con Kill Bill, Death Proof y con esta maravillosa y libre película, espero con mucha ansía (aunque si no pasa, yo tan contento) que Tarantino vuelva a sus inicios más sobrios o adaptar a Elmore Leonard otra vez como hizo en Jackie Brown.

-La película en sí la dividiría en tres partes, para mi gusto:

(1) Los dos primeros capítulos, es decir, la primera media hora de película es de lo mejor que he visto en mi vida. El inicio es una demostración de talento e inteligencia como no he visto en años. Midiendo rigurosamente el tiempo de la escena, la conversación entre Landa y el campesino francés es, en sí misma, una pieza de estudio. Sobria y mesuradamente, la tensión se va filtrando pasando de un tanteo administrativo rutinario a un juego psicológico malsano usando de vehículo un diálogo ingenioso pero tan currado como espontáneo (la analogía judíos-ratas nazis-halcones y como Landa la modifica es sencillamente magistral). A lo que ayuda el juego plano-contra-plano y el típico travelling circular marca de la casa. Pero el segundo capítulo que da título a la película es… no existen palabras para definir esos 10-15 minutos de pastiche en el que cabe el Spaguetti western, la sangre, Morricone, digresiones narrativas, violencia extrema, épica barata, carisma arrollador, la parodia, la seriedad… Es Aldrich, Leone, Fuller, pero, sobretodo sobretodo, es Tarantino en estado puro. (2) La segunda parte es la más sosegada, y la que, paradójicamente, da verdadero músculo a la película. Porque, en realidad, aunque esta película se llame Malditos Bastardos, éstos salen más bien poco. Es una película deslavada y desordenada, pero es deslavazada y desordenada por definición, dos líneas narrativas paralelas que convergen al final en una. Pero claro, un potaje nutritivo después de una hamburguesa chorreante y jugosa no tiene el mismo punch. Aún teniendo momentos antológicos (la tensión de la escena de la taberna) carece del salvajismo y la personalidad del arranque, a pesar de que está bien narrado, filmado magistralmente (a día de hoy hay que tirar de P.T. Anderson y Scorsese para ver a un fulano con un talento similar a QT en cuestiones de puesta en escena) y explica cosas interesantes y que le dan empaque y entidad a los personajes. (3) El final es un auténtico despiporre, un disparate, una parida gordísima. Pero dios, qué bien que venga alguien con cojones y vuele por los aires cualquier esquema preconcebido y reescriba lo que le salga de las pelotas. Desde el momento en el que, con Shosanna en plano, suena David Bowie de fondo hasta el final solo queda tener cuidado para no salivar al compañero/a que esté al lado.

-Los detractores de Tarantino (me refiero a la gente que explica razonadamente el porqué no le gustan sus películas y no a gilipollas que sueltan el lugar común más estúpido y prepotente que existe “esta peli gusta porque la dirige X”) lo tachan de autoindulgente y de alargador de escenas. Y, en honor a la verdad, la escena de la taberna sí que la noté excesivamente larga, a diferencia de la primera que duraba lo justo y tenía un suspense más burbujeante y constante. Hitchcock decía que el cine era análisis y síntesis y sí, probablemente a Tarantino le gusta tirar escenas largas y de metraje generoso. Creo que (junto con algún pequeño tramo de Death Proof) es la primera vez que comparto esa queja.

-Hay que agradecer a QT el que haya dado a conocer al gran público a un actor tan fabuloso como Christoph Waltz. El Teniente Hans Landa entra de lleno, junto al Señor Lobo, Bill, Jules Winfield, Ordel Robbie, Vincent Vega o El señor Rubio, en el grupo de los mejores personajes que ha parido Tarantino. Brad Pitt alias “el actor más infravalorado del mundo” vuelve a clavar un registro nuevo, el de carruzo-chuloputas-maloso poniéndole el punto exacto entre carisma (la presentación y discurso) y parodia (el momento “italiano”). Pero todo el reparto (como en cualquiera de sus pelis) está espectacular. Además de maestro de la puesta en escena, siempre saca interpretaciones singulares y personales de los repartos que maneja.

Para el que escribe, a final de año, seguramente esta será su película favorita del curso baloncestístico 2009, junto con La clase y Watchmen. Tarantino dijo en una entrevista que él “quería rodar escenas de las que se hable eternamente”. Va por muy buen camino.

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