lunes, 20 de febrero de 2012

Steve McQueen, cineasta del cuerpo: 'Shame'


El Batman de Christopher Nolan decía en la primera entrega del reseteo (Batman Begins, 2005) aquello de que 'it's what you do that defines you'. En un contexto diametralmente opuesto, un treintañero inglés dice prácticamente lo mismo, a modo de axiomaque define su estilo de vida. En la escueta carrera cinematográfica de Steve McQueen, sus personajes, por razones totalmente divergentes, emplean sus cuerpospara aclarar su identidad y su lugar en el mundo. Ya sea usándolo como arma arrojadiza contra el sistema, a través del auto-maltrato o por medio de la imperiosa necesidad de correrse una docena de veces al día. Pero el vínculo común es que el cuerpo es catalizador de todo ello.

'Shame' evidencia que McQueen continúa con la maquinaria engrasada para narrar con elementos mínimos y visuales, como los primeros compases de película, donde imagen y montaje, desnudos y en su expresión más sencilla, son los únicos mimbres necesarios para sacar adelante la historia y caracterizar la rutina áspera, aséptica y desangelada de Brandon, un Michael Fassbender soberbio que hace la interpretación de su vida. Todo hay que decirlo, la película no es tan expresiva ni intensa como 'Hunger' en ese sentido (pocas lo son, por otra parte), pero aún así el lenguaje de McQueen y su dominio del medio son acojonantes. Es difícil encontrar un tipo que confíe tanto en su material y en el poderío de las imágenes. Esto puede parecer una afirmación muy simple (y puede que lo sea), pero si por algo esta película es tan poderosa y perdurable es precisamente por la madurez con la que está rodada. McQueen no se prodiga en virguerías estilísticas apabullantes (vamos, que no es De Palma o Bela Tarr). Al contrario, como ya digo, es muy expresivo con pocos elementos. En términos prácticos, esa soledad alienante de Brandon, o escenas extraordinarias como el 'New York, New York' que canta Carey Mulligan (otra interpretación intachable), ver a Brandon mirar un atardecer solo y desnudo, o la discusión con dibujos animados en el fondo, llegan a un grado de elocuencia extremo por la desnudez formal y la falta de artificio con las que están construidas. Cualquier otro director menos diestro hubiese empleado más planos, más énfasis o más brocha gorda para engordar la intensidad de cada escena y por ende el tono de la película, pero McQueen lo rueda de la manera más económica posible. La mentada discusión, hecha en un solo plano y sin mover la cámara, es magistral gracias a la mezcla de violencia psicológica y austeridad visual absoluta.

Pero claro, esta película, por su propia propuesta, no es tan muda como la anterior película de McQueen. Y en este cine más de prosa, la película logra hacer eso que decía Coppola, hablar sobre cómo está el mundo a través de las personas. Comenta Steve McQueen en una entrevista que esta era una película muy enclavada en su momento histórico, en su aquí y ahora, cosa algo rara a poco que se piense ya que el periplo vital de hastío existencial de Brandon toma lugar en Nueva York pero bien podría pasar en Londres (como así iba a ser en primera estancia), Paris o cualquier ciudad occidentalizada. Yo creo que esa falta de concreción es donde se sustenta la columna vertebral de la película. McQueen y su guionista Abi Morgan hablan de un tío con dinero, guapo, encantador que puede follar con quien quiera y tiene todo para alcanzar la plenitud en su vida. Pero todos estos recursos le llevan a un placer viciado y que se retroalimenta sin satisfacción o alivio, una dinámica interminable de consumo constante que sólo le genera aislarse emocionalmente, ya sea ignorando y maltratando a la gente débil y frágil como su hermana o resultándole imposible tener un acercamiento sexual normal con la chica que le gusta. Una manera cojonuda, a mi parecer, de usar el conflicto personal y familiar para hablar metafóricamente sobre la cada más profunda deshumanización que ejerce el capitalismo en la gente, de lo complicado que resulta entablar una conexión emocional en un marco tan individualista y de every-man-for-himself.

En fin, no es una película que recomendaría masivamente, porque ese equilibrio entre la pausa con la que está narrada y la frialdad de la propuesta no creo que sea muy atractiva para al público, pero a mí me parece un peliculón de la hostia. Junto con ‘Drive’, la película más injustamente ignorada de este año en los Oscars.